Ruido de panderetas. Buenas tardes desde el refrigerador de sueños. Ahora que todo lo bueno se había vuelto de piedra, era el momento de cerrar el pozo de los deseos, para que nada ni nadie cambiase. Pero ya sabes cómo es la naturaleza humana: equivocada y asquerosamente sincera.
Estoy descubriendo nuevas partes de mi paraíso de andar por casa. Hogares de roca y madera. La música ska suena de fondo, una chica sacude sus ropas en la ventana, un clon de Bisbal juega al diábolo como cuando todos éramos niños, mientras esquivaba al perro más vago del mundo. Pero la música de banda perturbó aquella anormal normalidad.
Las descripciones sobran. Una delicia para los ojos, un tormento para la cordura. La anarquía nunca había sido tan dulce. Miel en los labios de quien podía saborearla. Debe estar buena, pero no fui yo quien se la tragó. Fue otra, de mi gremio, no obstante. ¿Es que las luces en los ventanales me inquietan? Un cuerpo sin sangre se descolgó de allí hasta el suelo... dulce savia...
¡Y pelos de loca! ¡Y guantes de rejilla! ¡Y zapatillas de Punky Brewster! ¡Y fronteras! Pará... Hay cosas pendientes, y me da miedo enfrentarme a ellas. Con que mi ciudad se fuese a la mierda una vez ya tuve suficiente. Quizá una carta, quizá algo más rápido, una electrocución o una inyección letal. Así de impredecible es mi vuelo. Al menos alguien es capaz de apoyarme, alguien que suba conmigo a los campanarios, una persona que me acompañe a las pozas a oír una cascada de champú, un sonido de nueve semitonos... una persona con quien dormir y soñar juntos... un deseo que encerrar por el bien de todos.
Originalmente publicado en http://memoriasdeunquetzal.bitacoras.com .
Dikers - Las noches que me inventé
http://www.youtube.com/watch?v=FbGfEZCjz4E
Si soy capaz, me vuelvo a resucitar
en medio de una canción.
Si lo hago mal, no dejes de susurrar
que no hay sitio en tu colchón.
Mi corazón a punto de caducar
de estar esperándote,
y en el balcón sufría como un cristal.
Antes de que despierte
mis sueños se van a ahogar.
Mejor callar y hacer del cielo un desván
y que nada sea como ayer,
y acariciar la sombra del pedestal
donde un dia te encontré.
Ningún ritual me vuelve a la realidad
como hizo aquel revolcón.
Que si no estás me empacho de libertad,
se vuelven las noches largas
y de amargo y racio sabor.
Y ya lo ves, soy fácil de convencer
con besos robados de un todo a cien
que dejo esparcidos por el arcén.
Y otra vez a revolver en las noches que me inventé
de contenedores llenos de miel,
que van calle abajo de un puntapié.