2/1/07

Treinta y dos de diciembre

La realidad llora por los minutos perdidos en el pozo de los deseos, y nadie corre detrás de ella para cantarle saetas. Después de ocho mil setecientas sesenta vueltas, el reloj vuelve a la misma posición, y los saltos de felicidad, los estruendos, las explosiones de fuego y lo que no es fuego se suceden entre abrazos. Los gitanos de oídos sordos bailan ajenos a la muerte del año que otros añoraban, mientras el cielo se ilumina en colores al son de las campanadas.

No es un día especial, simplemente todos nos hemos puesto de acuerdo para olvidar las penas de un año feliz, o para recordar las alegrías de las jornadas grises. Los langostinos de mi estómago se revuelven en el entrechocar de los ojos enamorados. Y es que, en el fondo, no somos quién para decidir quién nos gusta. Bonita excusa...

En la oscuridad se cantan canciones, se danza al ritmo de los bajos de esa música monótona a mis oídos. Qué más da, si las miradas se siguen cruzando, si las conversaciones sobran cuando la telepatía fluye entre los vacíos de los movimientos acompasados. Litros y litros de alcohol se mueven por las venas de las sombras de ojos rojos, se muere la poca cordura que persistía enganchada a nuestras orejas.

Entre felicitaciones por seguir vivos, intentos de estafa discotequera y apoyos para los que no pueden seguir caminando porque sus espaldas se han vuelto de gelatina, la plaza se queda vacía entre la gente. Todos miran para otro lado, yo te miro a ti, y tú, vete a saber a dónde miras. Líate la manta a la cabeza. Tápate los ojos. Tranquilo, que yo te perdono. Ya creía haber perdido a estas alturas de la noche esa habilidad que me permitía transmitir mis sentimientos con el simple olor de mi respiración...

Me da igual haberme convertido en el centro de atención de los desconocidos, en el fondo todos son tan estúpidos como yo, quizá un poco menos. Por un momento, sí, lo pensé. Pensé en largarme, dejarte solo, cerrar ese pozo de los deseos que había cesado su llanto, congelarlo todo en un momento, y dejarlo tal cual para que nada cambiase. Pero sólo lo pensé.

Nunca se me dieron bien las despedidas. Un abrazo, una caricia y un adiós, como dijera la canción. Bueno, vale, y un beso en el cuello. La vuelta a casa (la casa fuera de casa, se sobrentiende) nunca fue tan dura. La alegría del camino andado tenía que durar poco, por si acaso todo salía bien...

Entre sueños, soñé, mas las estrategias oníricas eran mi punto débil. Nunca cuento con la posibilidad de que los demás estén locos, o en su defecto, borrachos. Pero al menos, la Mimamamemima está otra vez volando, agitando las alas en caída libre. Como siempre, las historias acaban con puntos suspensivos, en este caso con un "lo siento" escrito con voz pegada en las sábanas...

Originalmente publicado en http://memoriasdeunquetzal.bitacoras.com .


The Kooks - Sofa song
http://www.youtube.com/watch?v=htMsMpyHSY4

Don't talk about it,
don't want to know about it.
Arguing with you's no good,
you'll be nobody's fool but you'll almost speak...
don't talk about it.

Still you talk about it,
Still don't wanna know all about it.
Anybody want tea?
Anybody, thank you, ah fuck me.
But don't speak
and don't talk about it.

You know that I...
You was a stickler for manners,
so don't you say goodbye,
no, not to a good old friend,

Don't want to know about it
The 32nd of December,
that's the night I'm trying so hard to forget.
All you do is come around and make me remember.
Remember what I try
What I, that I...

I get by,
so what you running from?
Nice reason, I'll go,
but they'll never do...