2/2/07

Las doce de la noche

El amanecer del último día en el paraíso, como el calor de la mañana que en la ventana se ve nevada sabiendo que pronto no quedará más que agua de esa ilusión, se tornaba rojo entre las sonrisas de quienes se alegrarían poco después de que siguiera vivo. Podría haber dormido más aquella luna casi llena, pero es que la siguiente le tocaba ser lobo-hombre, y todos sabemos que la licantropía y la vigilia son licores que es mejor no mezclar. Los días cualesquiera no son más que eso, palabras al viento que nadie recoge; supongo que las de esa mañana se las llevó el levante. Y, mientras las cortinas rojas bajaban, el teatro alzaba sus ojos...

Sólo mil años tuvo que esperar para que llegara ese momento. ¿Preparación? No necesitaba más que el rencor acumulado, y la vida había sido su propedéutica. El joven, desnudo tras una ducha bien caliente, se miraba en el espejo empañado; se vio reflejado, no en su imagen, sino en su alma difuminada por el mundo. Hoy era el día en el que iba a revelar a ese vaho sus verdaderos sentimientos y sus más profundas emociones. Los acordes perfectamente coordinados sonaban en su cabeza, declararse no era tarea fácil, y menos ante alguien que no le correspondía en sus pretensiones.

Y durante esos mil años, casi mil y uno, había tenido el tiempo y las ganas de planificar ese día, al milímetro, de una forma tan perfecta que controlaba hasta el hormigueo de sus pies. Es curioso que estuviese obsesionado con aquella chica, a la que nadie conocía y que a nadie importaba. Una chica sin padre, sin madre, sin familia ni amigos, ni aún conocidos; alguien inexistente excepto para él. La esperó en su rutina, pronto volvería al lugar donde pasaba la noche, a pesar de que allí nadie la esperaba. En su mesa nunca había platos calientes.

Aparecía por la esquina, mirando como siempre al suelo, su única y más íntima amistad, entre lágrimas que de tanto llorar se secaron y se volvieron invisibles. Y allí estaba nuestro joven, esperándola para confesarle lo que rondaba por su cabeza, las llaves que había tenido que encontrar y las puertas que abrió en su camino hasta ella... o quizá debería decir, en el camino hasta el día que a ella le llevara. Pronunció unas palabras torpemente, con un cuchillo en su entrecejo de ojos crueles; crueles porque a quien no se trata como humano no puede ser humano.

Sin embargo, y esto ya son temas inexplicables de la telepatía, la chiquilla comprendió perfectamente lo que quería decir. Sin la más mínima duda. Aquella noche a las once. En el parque de los universitarios. Tercer banco junto a la piscina municipal. Allí estaría... porque ella estaba de acuerdo con el plan. Los engranajes no se equivocan, porque quien los construyó no debería ser tan malo de engañarnos...

Los nerviosos momentos, impasibles ante el tic-tac del reloj, dejaban el labio inferior del joven temblando. El día que estaba esperando había llegado. Esa noche por fin lo haría... Tan deseoso estaba de que ese momento llegara que sin darse cuenta se vio sentado en un banco de madera, cubierto bajo una fina capa de la nieve que caía aquella noche sobre la ciudad. Hasta eso estaba en su guión... si la chica se retractaba y no acudía por una pequeña nevada, es que había dado con la persona equivocada. Las sombras de la noche se difuminaron entre una silueta pequeña, de una niña cubierta con una capa roja, que pareciera que paseaba por allí; se dirigía en realidad a su más sincero destino. No debía ser tan difícil, lo había visto miles de veces en las películas.

Pero antes debía asegurarse... si no, su conciencia no quedaría en paz. "¿Seguro que quieres hacerlo? Para ti no va a ser agradable...". La chica asintió, sin decir una palabra. En cierto modo, nuestro joven se apenó por ella: no volvería a escuchar su virginal voz, algo que lo había mantenido en un vilo de rumor de corazones desde que horas atrás llegó a sus oidos. Lamentablemente, ese punto en el cual la locura es tal que ya no se puede regresar sobre los pasos caminados y las palabras pronunciadas ya había sido cruzado.

Lo hizo por fin. La chica sólo profirió un leve gemido, como si quisiera atraer a un gato asustado que pasase por allí. La sangre brotó de su cuerpo, en tanto que sus suspiros se aceleraban y sus ojos se convirtieron en una emoción que nunca antes había sentido. El chico, por su lado, no hacía más que fijar su mirada en el horizonte, convencido de que lo que hacía no podía tener más maldad que la que rodeaba su mundo. Terminó por fin, en una suerte de clímax de sus instintos más profundos, mientras se alzaba sobre su víctima. Allí estaba ella, con una expresión en la cara a medio camino entre la felicidad de quienes se liberan de sus sufrimientos y el horror de los que saben que lo bueno siempre se acaba. La sangre no cesaba de manar de la herida del pecho, donde el puñal seguía incrustado, y el chico observaba incrédulo el único elemento de aquella escena que no se había atrevido a vaticinar: la sangre, roja como la cortina que en aquellos momentos se escondía, tiñiendo la nieve blanca y pura. La alegoría de la realidad en su más exacto significado.

Volvía a su escondite el joven, ahora realmente vivo con la vida de su obsesión, mientras desmenuzaba por el camino las posibles explicaciones para ese conglomerado rojiblanco... ¡la licantropía por sí sola no era capaz de transmitir los sentimientos! Escuchaba las campanas de la iglesia cercana, que no doblaban por nadie, doblaban por las doce de la noche del veinticuatro de diciembre de dos mil siete. Y en ese preciso instante, entre las doce campanadas, sonaba su móvil para avisar de un mensaje que confirmaba la sonrisa que se dibujaba en su cara, felicitándolo por cumplir dieciocho años en este mundo.

¡Muchísimas gracias a todos los que me felicitaron! Y no... yo no maté a nadie... sólo es un cuento xD

Originalmente publicado en http://memoriasdeunquetzal.bitacoras.com .


Panic! at the Disco - The only difference between martyrdom and suicide is press coverage
http://www.youtube.com/watch?v=ahBEPxsDDKY


Sit tight, I'm gonna need you to keep time,
come on, just snap, snap, snap your fingers for me.
Good, good now we're making some progress,
come on, just tap, tap, tap your toes to the beat.

Applause, applause, no, wait, wait,
dear studio audience, I've an announcement to make:
It seems the artists these days are not who you think,
so we'll pick back up on that on another page.

And I believe this may call for a proper introduction, and well,
don't you see, I'm the narrator, and this is just the prologue?

Swear to shake it up, if you swear to listen.
Oh, we're still so young, desperate for attention.
I aim to be your eyes, trophy boys, trophy wives.

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